Unas pocas horas bastaron para dejar en claro que la reciente cumbre de presidentes del Mercosur sólo fue un buen negocio para las líneas aéreas, para las cadenas de hoteles y para los servicios de catering. Mientras el personal de limpieza acababa de dejar en condiciones el Centro Cultural y de Convenciones La Vieja Usina de Paraná, en Buenos Aires, el Indec daba a conocer los últimos datos oficiales del intercambio comercial argentino. Los discursos de ocasión sucumbieron ante los números que, para colmo, ni siquiera dejaban el consuelo de ser de consultoras. Esos números del órgano oficial mostraban una caída interanual en noviembre del 20% en las exportaciones y del 19% en las importaciones. Pero la información desagregada ponía en evidencia el deterioro del Mercosur. Con los países del bloque, la Argentina tuvo un retroceso del 30% en sus exportaciones y del 32% en sus importaciones. El descenso fue más profundo que con el resto del mundo, y está en línea con la involución del comercio intrazona de los últimos cuatro años.
Con sus avances y retrocesos, el comercio entre los países del Mercosur se puede dividir en dos etapas, con un crecimiento permanente desde su período de formación entre el Tratado de Asunción, de 1991, y la Unión Aduanera, de 1995 hasta 2012. En ese lapso, el intercambio comercial entre la Argentina y Brasil aumentó nada menos que un 730%. Además, las inversiones también se incrementaron, más en un sentido que en otro, hasta el punto de que empresas brasileñas pasaron a tener una presencia significativa y a controlar varios sectores económicos del país. Desde ese fatídico 2012, el comercio bilateral y las inversiones sólo dieron muestras de estancamiento y de caída. El intercambio pasó de un período a otro de un crecimiento del 730% a una caída del 35% y la inversión extranjera directa de brasileños en la Argentina cayó de U$S 1.159 millones en 2011 a poco más de U$S 75 millones, según los datos de 2014.
La habitual explicación de que la caída obedece al estancamiento de la economía brasileña se derrumba al observar los datos del comercio exterior del país vecino en lo que va de 2014: sus exportaciones cayeron el 5,1%, pero las destinadas al Mercosur perdieron el triple, el 14,97%; en tanto crecieron el 10,1% las dirigidas a Estados Unidos y el 19,9% a Europa. Es decir, la actividad económica de Brasil no cayó tanto como el interés de ese país por el mercado argentino. Pero si ese 2012 fue fatídico para la relación económica bilateral, no puede ser el resultado de un estancamiento económico que se puso en evidencia dos años después. Fue a partir de dos medidas con las que el Gobierno argentino hirió de muerte al comercio internacional: el cepo cambiario y las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI).
En el cierre de la cumbre de Paraná, la presidenta Cristina Fernández dio la clave al citar por tercera mano una frase de Albert Einstein reflotada por Barack Obama: “No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar obtener un resultado diferente”. Sería interesante que lo tengan en cuenta para el próximo encuentro del Mercosur. A no ser que se pretenda convertir a los presidentes de una cumbre en los síndicos de una convocatoria.